El pintor, escultor y grabador Omar Rayo es uno de los artistas colombianos más importantes del siglo XX. Su obra se caracteriza por un singular lenguaje geométrico, con el que dio vida a piezas que alcanzan un grado significativo de ilusión óptica. Esto, gracias a su excepcional manejo de las líneas, las formas y las sombras, además de su habilidad para sacarle el máximo partido a una paleta de colores limitada.
En 1953 convivió durante algún tiempo con los indígenas de la Amazonia y estudió el arte de los incas, los aztecas y los mayas. El viaje resultaría decisivo en su formación: el contacto con el arte precolombino suscitó en él el interés por las posibilidades artísticas de la geometría, que acabarían definiendo su obra. En 1960, la beca Guggenheim lo llevaría a Nueva York, lugar en el que pasaría gran parte del resto de su vida. Durante este periodo, Rayo produjo los grabados más célebres de su carrera con una técnica llamada intaglio o talla dulce. Con este medio, el artista adoptó un enfoque figurativo, retratando animales, objetos cotidianos o figuras humanas.
Su dedicación a la pintura creció y con esta desarrolló ese singular y característico universo geométrico arraigado en el primitivismo abstracto del arte precolombino. Sus composiciones presentan series de cintas que van y vienen unas sobre otras y desaparecen y vuelven a aparecer, formando patrones que producen llamativos efectos ópticos dotados de cierto grado de abstracción. El resultado es un juego ilusorio de líneas sin principio ni fin, un laberinto geométrico de fingida tridimensionalidad realizado unas veces sobre blanco y negro y otras en colores vivos. La factura impecable, de un rigor y precisión matemáticos, contribuyen a esa impresión de infinito que produce su contemplación.
Información técnica
Medio: Escultura
Técnica: Aluminio pintado
Medida: 65 x 25 x 25 cm
Año: 2008.
Ubicación: Bogotá
Estado: Exposición