Al examinar la obra de Mario Vélez en conjunto se hace evidente un movimiento de tránsito, decurso, transformación. Su serie inaugural Pinturas (1922 – 1995) puede proponerse como la piedra angular de un relato que seguirá desarrollando en adelante a lo largo de toda su carrera. Lo que se encuentra allí inicialmente es la figura humana, yacente, torturada, descarnada. El cuerpo no está presente como una pieza insustancial y meramente gráfica. Al contrario, se muestra atravesado por el dolor, la violencia y la muerte, a la que el artista hace una referencia aún más explícita en su siguiente serie Eterna primavera: polen entre pétalos plateados (1992 -1995). Características que, por otra parte, se van tomando la mayoría de las obras del arte contemporáneo colombiano producidas durante ese período políticamente caótico y violento.
Estos cuerpos abandonados, flotando en oscuras corrientes, en un contexto histórico como el nacional, no pueden menos que incitar sombrías conexiones. Pero es precisamente a partir de esta declaración inicial, que entran en un proceso de descomposición pictórica a lo largo del cual Vélez se irá aproximando al sujeto hasta la elusión casi total de la forma. Al tiempo que se hace distante y contemplativo, desde lo formal acude cada vez más al recurso de los planos de color y al trazo elemental. Así se refuerza la evidente tensión entre lo figurativo y lo abstracto, característica de la propuesta plástica de Vélez
En una obra tan autorreferencial como gradualmente va haciéndose la suya, esta mirada cronológica cobra una importancia vital para entender los códigos que ha ido poco a poco estableciendo el artista, quien ha dicho: «mis trabajos son como un palimpsesto. A partir de allí construyo la pintura». Así, vemos cómo a lo largo del tiempo, Vélez regresa con persistencia a elementos de sus inicios, los cuales vuelve a nombrar como memoria. Estos hacen un llamado de atención sobre la huella latente del cuerpo en un universo en apariencia no figurativo como puede apreciarse en las series Entre carne y hueso (1997), Fracciones, pedazos, piezas (1998 -1999), Cosas que matan (2005), Guerras pequeñas (2008), Migraciones interiores (2010), Geografías corporales (2009).
Hay otro aspecto que es fundamental tener en cuenta en esta obra donde la concatenación de planos de color ejerce un papel tan decisivo sobre la sintaxis de las imágenes, así sea para vaciarlas paulatinamente de contenido: el tratamiento que el artista hace de su paleta. Al respecto, se podrían distinguir tres períodos. El primero de ellos está marcado por la preponderancia de los tres colores primarios, junto al negro y el blanco. Esta es una declaración de principios que privilegia lo esencial. Dichos colores, además, están profundamente cargados de simbolismo: son los colores emblemáticos de Colombia, los de sus insignias oficiales, pero también son los del duelo. Este recurso llega a un paroxismo cromático en la serie Todo de uno habla (2000) que de manera casi inevitable evoca el colorido de un bus de escalera, ese otro símbolo no oficial de nuestra idiosincrasia.
Siguiendo en esta pesquisa, nos encontramos con que la obra de Vélez marca un punto de inflexión alrededor de la serie significativamente llamada Color vs. Memoria (2003). En ella, la paleta se amplía, sin abandonar totalmente los colores característicos de la obra de Vélez, en una exploración que lo habría de devolver al negro y blanco primordiales.
La presente serie Restituciones (2011), realizada por Vélez al final del período comprendido entre 1992 y 2011, opera como una síntesis en la que convergen ambas tendencias: De un lado, el sujeto en tanto figura ha desaparecido totalmente o perdido toda dimensión en la medida que la mirada del artista ha ampliado desmesuradamente el campo de visión hasta no dejar a la vista más que cuerpos globulares que flotan serenamente en la linfa blancuzca de la contemplación serena. Y es aquí donde entronca con la evolución que el tratamiento del color ha tenido al llegar a este punto de su obra. Han quedado atrás los colores primarios de la tragedia nacional, incluyendo el luctuoso negro, para desembocar en el blanco que nos habla de la serenidad y la contemplación que se haya en el reposo.
Información técnica
Medio: Dibujo
Técnica: Dibujo sobre papel
Medida: 140 x 140 cm
Año: 2011.
Ubicación: Bogotá
Estado: Propia