Siguiendo una tendencia muy acentuada en el arte contemporáneo antioqueño, Juan Ricardo Mejía pertenece a esa estirpe de escultores que hicieron sus primeras armas en la facultad de arquitectura. De allí provienen esas exploraciones insistentes y esenciales en el plano y el volumen. En el plano, el pliegue es la primera fuerza que se separa y vuela. En el pliegue, el color es la dimensión que agrega emoción y calidez. Bañado por la luz y urdido por la sombra, desde éste arroja un poderoso llamado a la mirada del espectador.
Su material primigenio será el papel, el lugar donde el arquitecto se retira a soñar . A partir de Origami (2007), se anuncia el lenguaje del pliegue en su obra, añadiendo la ironía del acero oxidado como elemento constitutivo. La pulcritud como puerta de entrada a la serenidad y a cierto carácter de ensoñación aparece desde exposiciones fundacionales como Cajas de luz (2009). Aquí la geometría anuncia a partir de sus elementos constitutivos, la que será la preceptiva de la obra de Mejía: la simplicidad abstracta de la forma, el rigor del acabado, el simbolismo de la concepción y un carácter sutilmente instalacional donde la luz juega el rol central. Este primer gesto de lanzarse al espacio contiene ya la información básica sobre la que se construirá su obra más nítidamente escultórica.
En De qué color es la esperanza (2011), el artista aborda el tema de los espacios suburbanos desde un ángulo abierto a la instalación. Acercándose a escenas figurativas, aunque siempre mediadas por el plano plegado. Este es usado como elemento que crea distancia al tiempo que cercanía entre el espectador y la temática urbana. Tensiones que le otorgan un carácter dinámico a lo geométrico y un papel activo al observador, cuya percepción de la obra es determinada respecto a su ubicación en el espacio.
En la exposición Espacios sutiles (2011) hay un claro regreso a la caja como recurso estilístico pero no ya como cuerpo radiante e irradiado. Se marca ahora un acento sobre su tridimensionalidad, lo que las acerca a una propuesta volumétrica. Esta intencionalidad parece subrayada por la presencia de una escultura en el centro del espacio expositivo, que “preside” las obras de pared.
El año 2013 marca un punto de quiebre en el proceso creativo del artista. Aparece ya el color como uno de los elementos que habrá de incorporarse a su impronta creativa. Y la obra escultórica incorpora lo que anunciaba la caja: el pliegue, el doblez, el blanco sacramental y el juego rítmico de inclusiones y extrusiones. Encontramos ya estos estilemas en El lenguaje del hombre (2013), pero alcanza su mayor expresión en Polimorfismos (2013).
Haciendo juego con este nombre, el artista desarrolla aquí tres líneas claramente definidas: Cortezas, en las que también lúdicamente el protagonista es el corte hecho sobre la materia, Bosques radiantes, donde la luz vuelve a jugar un papel expresivo totalmente decisorio y Tótems, donde aborda de manera más decidida la pregunta por lo humano a partir del problema de la escala.
En su obra Genius Loci (2016), denominada así como evocación del nombre que recibían algunos dioses lares en la antigua Roma, el artista se aproxima de nuevo al tema urbano desde lo fragmentario, logrando mediante la superposición de capas la constitución de un objeto escultórico que juega a la vez con su propia tradición formal y con el origen arquitectónico de su obra.
Información técnica
Medio: Pintura
Técnica: Metal pintado al horno
Medida: 110 x 60 cm
Año: 2016.
Ubicación: Medellín
Estado: Propia