Edgar Negret (1920- 2012), el escultor modernista más importante de Colombia, realiza en 1996 “Maíz”. Mientras muchos artistas de su generación y trayectoria, han cesado entonces en sus búsquedas, repitiendo el estilo y los recursos por los que ya se habían hecho conocer, Negret a sus 76 años sorprende aquí con varias innovaciones. Sin romper con su definido credo estético geométrico, constructivista y minimalista, en las piezas de los 90 empieza a introducir otros elementos.
Por ejemplo, cada vez más desaparecen en ellas la división de la escultura en una parte inferior como base y una superior para ofrecer, en cambio, esta pieza integral recorrida por un solo movimiento. De otro lado, si hasta el momento combinaba colores como el azul con el negro y el rojo en una misma obra, empieza ahora a explorar las posibilidades de concentrarse en uno solo, cuyas tonalidades las dan la luz y la sombra cuando son emplazadas en el exterior. Este cambio de paleta, no lo hace al azar, o por motivos meramente formales. En esta obra en particular el amarillo es invitado con todas sus connotaciones simbólicas. Se trata del color del maíz, que es el mismo de El Dorado y del sol. Es decir el color de la vida, de la cultura amerindia y del origen.
Aunque el artista desde sus inicios nunca dejó de hacer guiños, además de a las máquinas, a sucesos culturales y antropológicos como la kachinas (muñecas rituales de los indígenas norteamericanos), decide ahora enfocarse plenamente en la planta identitaria por excelencia de América. Elemento que ha sido representado tanto por los artífices precolombinos, como por los muralistas mexicanos y muchos otros artistas latinoamericanos. En su versión, en cambio, se aparta de la imitación naturalista para representarla a partir de sus propios postulados. Y en otra innovación de la pieza, como lo ha señalado Eduardo Serrano, logra combinar acertadamente los recursos constructivistas con los orgánicos.
Tenemos pues una escultura indudablemente de Negret, abstraccionista, construida con módulos que se repiten, el aluminio como material, la estrategia de los dobleces, los remaches, las curvas… Austera y controlada, pero al mismo tiempo barroca, fluida y llena de alusiones a su entorno y a la historia americana. Todo esto, realizado en un momento en el que el país atravesaba un convulso y violento periodo histórico. Y cuando el arte estaba dando un giro decidido hacia estrategias contemporáneas que cuestionaban los autónomos preceptos del modernismo y su desinterés por el entorno social y político.
Es en este contexto, cuando Negret logra construir este enunciado escultórico, simbólico, ecológico, como una fuerte y definitiva raíz en unos tiempos de crisis y desencanto. Desde entonces, con sus sugerencias directas y veladas, su contención y plasticidad, se erige como una pieza de indudable importancia, la cual ha sido emplazada en varios lugares del continente, desde la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington hasta el Parque de Sonsón, además de la pieza de Medellín, con su decisión de recordarnos plásticamente, y a pesar de los cataclismos, un origen, nuestro origen.
Información técnica
Medio: Escultura
Técnica: Aluminio pintado
Medida: 54 x 30 x 30 cm
Año: 1996.
Ubicación: Bogotá
Estado: Propia